jueves, 10 de diciembre de 2009

"We are at war". Discurso de Obama en Oslo

I receive this honor with deep gratitude and great humility. It is an award that speaks to our highest aspirations – that for all the cruelty and hardship of our world, we are not mere prisoners of fate. Our actions matter, and can bend history in the direction of justice.

And yet I would be remiss if I did not acknowledge the considerable controversy that your generous decision has generated. In part, this is because I am at the beginning, and not the end, of my labors on the world stage. Compared to some of the giants of history who have received this prize – Schweitzer and King; Marshall and Mandela – my accomplishments are slight. And then there are the men and women around the world who have been jailed and beaten in the pursuit of justice; those who toil in humanitarian organizations to relieve suffering; the unrecognized millions whose quiet acts of courage and compassion inspire even the most hardened of cynics. I cannot argue with those who find these men and women – some known, some obscure to all but those they help – to be far more deserving of this honor than I.

But perhaps the most profound issue surrounding my receipt of this prize is the fact that I am the Commander-in-Chief of a nation in the midst of two wars. One of these wars is winding down. The other is a conflict that America did not seek; one in which we are joined by forty three other countries – including Norway – in an effort to defend ourselves and all nations from further attacks.

Still, we are at war, and I am responsible for the deployment of thousands of young Americans to battle in a distant land. Some will kill. Some will be killed.

DISCURSO completo en The New York Times

Carta al asesor policial del presidente

Estimado amigo:

No lo conozco, ni sé su nombre. Pero quiero felicitarle públicamente. En su misión principal -ayudar al presidente a diseñar una estrategia para lucha contra el crimen- usted es un total fracaso. No hay ni estrategia.

Pero hay que reconocerle un éxito importante: Le enseñó a nuestra dupla presidencial a manejar magistralmente el juego de policía malo-policía bueno. Nunca he visto, en ningún país, a gobernantes tan creativos en este arte del juego de apariencias y contradicciones...

En la policía, es el arte de ablandar al sospechoso exponiéndolo a un cuilio malencarado que lo amenaza y le da palizas, y luego a otro con cara de buena gente que le comprende y le da cigarros...

En política, es el arte de ablandar a todo el mundo, exponiéndonos a un vicepresidente que nos asusta con reformas al estilo cubano, con control de medios y con meternos en el ALBA de Chávez – y el día siguiente viene el presidente de la República calmándonos los nervios y nos dice: No le hagan caso a este señor. Está loco, pero yo lo tengo bajo control. No habrá reformas cubanas en mi gobierno, los medios quedan libres y ¡nada del ALBA!

Así nos tienen: El vice amenazándonos con el socialismo del siglo 21, el comandante Ramiro de la Comisión Política del FMLN asustándonos con el comunismo, el señor presidente prometiéndonos democracia y concertación. El vicepresidente parándonos los pelos prometiendo ‘lucha para vencer al imperio yanqui’, el presidente diciéndonos que es el mejor amigo de Obama.

Le felicito, el truco funciona. Porque cuando uno está asustado, tiende a creer y colaborar al hombre que parece buena gente y nos ofrece compasión.

¿Será que así se explica al alto grado de aprobación del cual goza el presidente?

Saludos, Paolo Lüers

Posdata: ¿Verdad que el que miente normalmente es el ‘policía bueno’? Al fin ambos te joden...

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miércoles, 9 de diciembre de 2009

2/3 valen un Evo entero

Dos tercios de los escaños al Congreso valen por todo un Evo. El líder indigenista boliviano hizo el domingo mucho más que asegurarse una triunfante reelección presidencial. Con al menos 24 senadores sobre 36 y 84 diputados de 130, es el amo democráticamente elegido del país, que puede reconstituir a su antojo los grandes poderes del Estado: los tribunales Electoral, Constitucional y Supremo, y ni siquiera precisa reformar la Constitución para optar a un tercer mandato, porque en 2015 sólo sería candidato por segunda vez con el presente texto legal, que contempla una reelección. Hoy dice que no piensa en ello, pero habrá tiempo. Lo que interesaría conocer, sin embargo, son los límites de ese Evo total que nos aguarda.

Y la respuesta se encuentra en la naturaleza que adopte el Estado Plurinacional; si esa plurinacionalidad va a ser una extensión de lo preexistente -el abusivo dominio del criollato- para incluir a todo el pueblo, es decir, a la masa indígena; o si los indios, como pueblos originarios, poseen derechos especiales, como apunta la autonomía que se les reconoce, y por ello lo plurinacional, partiendo de esa autoctonía, se limita a incluir a los criollos. La Bolivia que persigue Evo es otra Bolivia, pero no sólo porque el indio pese con su sufragio para jubilar a una gobernación blanca de siglos, sino porque el país es tierra políticamente quemada. Si había sistema de partidos, el líder aimara lo ha dinamitado, dejando en su lugar sólo una formación con hechuras de partido-Estado, el MAS, entre un sarpullido de clubes electorales, sobre todo de los antiguos dueños del país, con escasos votos, fragilísima estructura y ningún programa.

En ese erial es donde el presidente quiere implantar su Bolivia, de la que no es problema menor el establecimiento de una autonomía de las comunidades que no sólo va a solaparse temáticamente con la municipal y provincial, sino que puede ser un galimatías geográfico porque en tres siglos de colonia y dos de independencia el indio quechua y aimara, posincaico y naturalmente pro-Evo, se ha desparramado del altiplano a las tierras bajas para mezclarse con las diferentes etnias guaraníes, que carecen de un pasado imperial que conjurar.

¿Cuál es el instrumento que ha transportado a Morales de un 54%, ya altísimo, en las elecciones de diciembre de 2005 al arrasador 62% de este 6 de diciembre? El factor étnico ha tenido que contar, pero no había servido para ganar elecciones hasta comienzos del siglo XXI; necesitaba que se le adjuntara un designio. Y Evo, respaldado por la novedosa cobertura internacional que le procuraba el viraje radical del chavismo en Venezuela, osó decirle a las comunidades indias que era tiempo de reapropiarse del país, y de recrear una presunta edad de oro precolombina, propósitos en los que, cualesquiera que fuesen sus mejores intenciones, flotaba la amenaza revanchista. Pero igual o más importante ha sido la extensión de subsidios a los más desfavorecidos, de nuevo mayoritariamente indígenas, hasta crear una vasta red de agradecimientos clientelares, de estupendo rendimiento electoral; así es como se ha repartido el bono Juancito Pinto, de 20 euros anuales, a 1.800.000 escolares; Juana Azurduy, de 20 euros cada dos meses, a embarazadas y lactantes; y la renta dignidad, de 20 euros mensuales, a los mayores de 60 años. Eso sólo como muestra asistencial de un Estado que quiere controlar la economía y el desarrollo del país.

Un buen baremo de las intenciones, democráticas o no, de un gobernante suele ser su actitud ante los medios de comunicación. Morales, al igual que Rafael Correa en Ecuador y Hugo Chávez en Venezuela, tiene a casi toda la prensa fuertemente en contra y no atesora paciencia ni acompañamiento intelectual para crear órganos de información que, cumpliendo con los requisitos propios de una mínima profesionalidad, puedan competir con los medios clásicos, siempre en manos de la tradicional minoría dirigente. Y, a la posible calentura de la victoria, el presidente alentaba el lunes a los periodistas a rebelarse contra propietarios y directores de publicaciones. Bolivia es hoy el gran proyecto revolucionario latinoamericano: en lo legal, con las autonomías indígenas; en lo económico, con la aplicación de un estatismo desarrollista sobre los bienes del subsuelo, que ya ha olvidado el mundo; y en lo histórico, con la, seguramente utópica, reparación del pasado de la que se derive un nuevo país prolongación de lo que era hace cinco siglos; ¿será capaz de hacerlo con libertad de prensa?

(El País, Madrid)

martes, 8 de diciembre de 2009

Frente a una grave emergencia

Hoy, 56 periódicos en 45 países han decidido dar el paso sin precedentes de hablar con una sola voz a través de un editorial común. Lo hacemos porque la humanidad se enfrenta a una grave emergencia.

Si no nos unimos para emprender acciones decisivas, el cambio climático causará estragos en nuestro planeta y, con él, en nuestra prosperidad y nuestra seguridad. Los peligros son evidentes desde hace una generación. Ahora, los hechos han empezado a hablar por sí solos: 11 de los últimos 14 años han sido los más calientes que se registran, el casquete polar del Ártico está derritiéndose y la increíble subida de los precios del petróleo y los alimentos el año pasado nos ofrece un anticipo del caos que se avecina. En las publicaciones científicas, la cuestión ya no es si la culpa es de los seres humanos, sino cuánto tiempo nos queda para limitar los daños. Y, sin embargo, hasta ahora, la respuesta del mundo ha sido débil y desganada.

El cambio climático se ha ido produciendo durante siglos, tiene consecuencias que persistirán para siempre y nuestras perspectivas de controlarlo se van a decidir en los próximos 14 días. Pedimos a los representantes de los 192 países reunidos en Copenhague que no vacilen, que no caigan en disputas, que no se echen las culpas unos a otros, sino que aprovechen la oportunidad surgida del mayor fracaso político contemporáneo. Ésta no debe ser una lucha entre el mundo rico y el mundo pobre, ni entre el Este y Occidente. El cambio climático afecta a todos, y todos deben resolverlo.

La base científica es compleja pero los datos están claros. El mundo necesita tomar medidas para limitar el ascenso de la temperatura a 2 grados centígrados, un objetivo para el que será preciso que las emisiones mundiales alcancen su tope y empiecen a disminuir entre los próximos cinco y 10 años. Una subida mayor, de 3 o 4 grados centígrados -el mínimo aumento que, siendo prudentes, podemos prever si no se hace nada-, secaría los continentes y convertiría tierras de cultivo en desiertos. Podría extinguirse la mitad de todas las especies, millones de personas se verían desplazadas y el mar inundaría países enteros.

Son pocos los que creen que, a estas alturas, pueda salir de Copenhague un tratado perfectamente definido; sólo fue posible empezar a avanzar verdaderamente en esa dirección con la llegada del presidente Obama a la Casa Blanca y el cambio total en la política de obstruccionismo que Estados Unidos mantenía desde hace años. Y el mundo sigue estando a merced de la política interior norteamericana, porque el presidente no puede comprometerse por completo a emprender las acciones necesarias hasta que el Congreso lo autorice.

Pese a ello, los políticos, en Copenhague, pueden y deben ponerse de acuerdo en los elementos esenciales de un acuerdo justo y eficaz y, sobre todo, en un calendario firme para que ese acuerdo se convierta en tratado. Deberían imponerse como plazo la reunión de la ONU sobre el clima que se celebrará el próximo mes de junio en Bonn. Como dice un negociador: "Podemos ir a la prórroga, pero no podemos permitirnos el lujo de volver a jugar el partido".

El núcleo del acuerdo debe ser un pacto entre los países ricos y los países en vías de desarrollo que aborde cómo se va a repartir la carga de luchar contra el cambio climático y cómo vamos a compartir algo que ahora es muy valioso: el billón aproximado de toneladas de carbono que podemos emitir antes de que el mercurio ascienda a niveles peligrosos.

Las naciones ricas son aficionadas a señalar la verdad aritmética de que no puede haber solución hasta que algunos gigantes en vías de desarrollo como China tomen medidas más radicales que hasta ahora. Pero el mundo rico es responsable de la mayor parte del carbono acumulado en la atmósfera, tres cuartos del dióxido de carbono emitido desde 1850. Ahora tiene el deber de tomar la iniciativa, y cada país desarrollado debe comprometerse a serias reducciones que disminuyan sus emisiones a un nivel muy inferior al de 1990 de aquí a 10 años.

Los países en vías de desarrollo pueden destacar que no son ellos los causantes del grueso del problema y que las regiones más pobres del mundo van a ser las más afectadas. Pero van a contribuir cada vez más al calentamiento y, por consiguiente, también ellos deben comprometerse a emprender acciones significativas y cuantificables. Aunque no han llegado a lo que algunos esperaban, los recientes compromisos de los dos mayores contaminantes del mundo, Estados Unidos y China, han sido pasos importantes en la debida dirección.

La justicia social exige que el mundo industrializado rebusque en su cartera y se comprometa a dar dinero para ayudar a los países más pobres a adaptarse al cambio climático y a suministrarles tecnologías limpias que les permitan tener un crecimiento económico sin aumentar sus emisiones. También es preciso fijar la arquitectura de un futuro tratado, con una rigurosa vigilancia multilateral, recompensas justas a cambio de la protección de los bosques y la evaluación creíble de la "exportación de emisiones" para que la carga acabe repartiéndose de forma más equitativa entre quienes fabrican productos contaminantes y quienes los consumen. Y la justicia exige también que la carga que corresponda a cada país desarrollado tenga en cuenta su capacidad de soportarla; por ejemplo, los miembros más nuevos de la UE, a menudo, mucho más pobres que "la vieja Europa", no deben sufrir más que sus socios más ricos.

La transformación será cara, pero mucho menor que la factura de rescatar al sector financiero mundial, y mucho menos costosa que las consecuencias de no hacer nada.

Muchos de nosotros, sobre todo en los países desarrollados, tendremos que cambiar nuestro estilo de vida. La era de los vuelos que cuestan menos que el trayecto en taxi al aeropuerto se acerca a su fin. Tendremos que comprar, comer y viajar de forma más inteligente. Tendremos que pagar más por nuestra energía y utilizarla menos.

Pero el paso a una sociedad que emita poco carbono ofrece la perspectiva de más oportunidades que sacrificios. Ya hay algunos países que han reconocido que hacer esa transformación puede aportar crecimiento, puestos de trabajo y mejor calidad de vida. El flujo de capitales es un dato significativo: el año pasado, por primera vez, se invirtió más en formas renovables de energía que en producir electricidad a partir de combustibles fósiles.

Para librarnos de nuestra adicción al carbono en sólo unas décadas serán necesarias proezas de ingeniería e innovación comparables a las más grandes de nuestra historia. Pero, mientras que la llegada del hombre a la Luna o la división del átomo surgieron del conflicto y la rivalidad, la carrera del carbono debe nacer de un esfuerzo de colaboración para lograr la salvación colectiva.

La victoria sobre el cambio climático exigirá un triunfo del optimismo sobre el pesimismo, de la visión de futuro sobre la estrechez de miras, de lo que Abraham Lincoln llamó "los ángeles buenos de nuestra naturaleza".

Ése es el ánimo con el que periódicos de todo el mundo hemos firmado conjuntamente este editorial. Si nosotros, con puntos de vista nacionales y políticos tan diferentes, podemos ponernos de acuerdo sobre lo que hay que hacer, seguro que nuestros dirigentes también son capaces de hacerlo.

Los políticos presentes en Copenhague tienen el poder de determinar cómo nos juzgará la historia: una generación que vio un reto y le hizo frente, o una tan estúpida que vio el desastre pero no hizo nada para evitarlo. Les rogamos que tomen la decisión acertada.

Este artículo lo suscriben los siguientes periódicos: Süddeutsche Zeitung (Alemania),Gazeta Wyborcza (Polonia), Der Standard (Austria), Delo (Eslovenia), Vecer(Eslovenia) Zimbabue Botsuana (Suráfrica) (Suráfrica), Dagbladet Information(Dinamarca), Politiken (Dinamarca), Dagbladet (Noruega), The Guardian (Reino Unido), Le Monde (Francia), Libération (Francia), La Repubblica (Italia), EL PAÍS (España), De Volkskrant (Holanda), Kathimerini (Grecia), Publico (Portugal), Hurriyet(Turquía), Novaya Gazeta (Rusia), Irish Times (Irlanda), Le Temps (Suiza), Economic Observer (China), Southern Metropolitan (China), CommonWealth Magazine(Taiwan), Joongang Ilbo (Corea del Sur), Tuoitre (Vietnam), Brunei Times (Brunei),Jakarta Globe (Indonesia), Cambodia Daily (Camboya), The Hindu (India), The Daily Star (Bangladesh), The News (Pakistán), The Daily Times (Pakistán), Gulf News(Dubai), An Nahar (Líbano), Arabic Gulf Times (Qatar), Maariv (Israel), The Star(Kenia), Daily Monitor (Uganda), The New Vision (Uganda), Zimbabwe Independent(Zimbabue), The New Times (Ruanda), The Citizen (Tanzania), Al Shorouk (Egipto),Botswana Guardian (Botsuana), Mail & Guardian (Suráfrica), Business Day (Suráfrica),Cape Argus (Suráfrica),Toronto Star (Canadá), Miami Herald (EE UU), El Nuevo Herald (EE UU), Jamaica Observer (Jamaica), La Brújula Semanal (Nicaragua), El Universal (México), Zero Hora (Brasil), Diario Catarinense (Brasil), Diaro Clarín(Argentina).

O me violas o me conquistas

El gobierno Funes/Sánchez Cerén, con su reforma fiscal y su discurso de la necesidad de un posterior pacto fiscal, parece a un hombre que, antes de iniciar un complicado cortejo a una muchacha, la viola para salir de sus necesidades inmediatas.

Pero así no funciona ni el amor ni la política. Si Funes y el FMLN quieren seducir a la empresa privada y la oposición política para que les tengan confianza para negociar un pacto fiscal, o sea un compromiso que significa sacrificios y compromisos a largo plazo, entonces que se olviden de imponerles antes una reforma fiscal no consensuada.

O es por la fuerza o es por consenso. O es necesidad inmediata o es la necesidad de llegar a un acuerdo de largo plazo. O la violas, o la seduces. No puede ser primero

por las malas y después por las buenas. No puede ser primero por la fuerza y luego la conquista. A menos que uno tenga un concepto de la conquista que no tiene nada que ver con el arte del enamoramiento, sino con el sometimiento...

Así que el gobierno y su partido tienen que tomar la decisión ahora: o aprovechan una posible mayoría precaria para imponer su reforma fiscal y se olviden del pacto fiscal; o se olvidan de imponer su reforma y apuestan a un pacto fiscal. El discurso agresivo y arrogante del presidente de la República, en su cadena nacional del domingo pasado, indica su apuesta es la imposición, no la búsqueda de un pacto.

Para ayudarle al gobierno a revisar esta decisión (y no equivocarse), los dirigentes empresariales tienen que tomar una posición sin ambigüedades: “Estamos dispuestos a negociar un pacto fiscal - pero si nos irrespetan ahora, imponiéndonos una reforma fiscal no consensuada que pone en peligro la recuperación económica, esta posibilidad para el país se cierra. Punto. Piénsenlo bien y aténganse a las consecuencias de sus decisiones...”

Además de declarar su disposición a negociar un pacto fiscal con compromisos serios, pero sin imposiciones de nadie sobre nadie, la empresa privada y la oposición política deben dejar claro que no aceptan el chantaje. Deben desactivar el mecanismo, con el cual el gobierno está tratando de chantajearlos. El chantaje consiste en repetir y repetir, como si así se convirtiera en verdad, que “si el gobierno no recoge, mediante esta reforma fiscal, 250 millones de dólares en el 2010, el país sufre las consecuencias de un colapso de sus finanzas públicas... ¡Y ustedes tendrán la culpa!”

Para desarmar este chantaje, los críticos de la reforma fiscal tienen que comprobar públicamente que está basado en un análisis falso y demagógico. Deben de comprobar que existen otras vías para financiar el gasto público de corto plazo – vías que no comprometen la creación de puestos de trabajo y la atracción de inversiones. Deben de comprobar públicamente que existen recursos que el gobierno no ha agotado y que no es cierto que los organismos financieros multinacionales no le dan otra salida al gobierno que este paquetazo que atenta al mismo tiempo contra la economía nacional como contra la economía familiar. Tengo entendido que existen otros recursos para financiar el déficit de las finanzas públicas. Y que existe espacio de negociación con los organismos financieros que el gobierno no ha sabido (o no ha querido) aprovechar.

La palabra la tienen los economistas...

Posdata: Lo más indigno que puede hacer la empresa privada es, en vez de oponerse a la reforma fiscal como tal, regatear porcentajes y montos. Para regresar a la imagen usada al principio: Cuando una mujer está siendo violada, no va a decir “Procedan, pero por favor no me rompan el vestido...”

Disculpen la comparación, pero ¿cómo dejar claro que en el país está pasando, más allá del contenido concreto (o sea la preocupación por las finanzas públicas), un intento indecente de imposición, control y sometimiento.

(El Diario de Hoy)

Carta a Pepe Mojica, presidente electo de Uruguay

Estimado Pepe:

me encanta que hayas ganado estas elecciones y serás presidente. ‘Presidente guerrillero’ te dicen los medios, pero esto no es la verdadera novedad. Claro que es novedad que un ex-guerrillero y ex-preso político es electo presidente.

Pero lo realmente importante del fenómeno uruguayo es que el ex-guerrillero Pepe Mojica viene al poder representando una izquierda plural, abierta, democrática. No llega al poder otro trasnochado resentido, sino un hombre que representa conciliación, concertación, democracia. No llega al poder en Uruguay otro peón en el ajedrez de Hugo Chávez, sino un hombre que, así como ha luchado como guerrillero Tupamaro contra el autoritarismo, lo hará desde Casa Presidencial.

El Frente Amplio de Uruguay es lo contrario al chavismo y al castrismo. Es lo contrario también al FMLN. ¿Por qué? Es una izquierda que en vez de eliminar en su interior el pluralismo y la democracia, los adoptó como bandera, como receta del éxito.

Mientras el FMLN ha abandonado su carácter de Frente y su pluralidad, en Uruguay la izquierda ha abandonado los sectarismos, ha construido un Frente - un modelo plural, tolerante, abierto y reformista de izquierda.

Muchos piensan que vos, Pepe, puedes corregir esta fatal equivocación que la izquierda latinoamericana tiene cara de gorila y vocación autoritaria. Vos puedes ser el Nelson Mandela de las Américas, el que pone a la izquierda en el carril de la modernidad, de la reconciliación y de la democracia.

¡Éxitos, Pepe!, te desea Paolo Lüers

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domingo, 6 de diciembre de 2009

El presidente guerrillero

Muchos argentinos contemplan a su vecino Uruguay con una cierta envidia. "¡Un país en el que los sindicalistas no son ricos!", ironiza en televisión el periodista Pepe Eliaschev. "¡Un país en el que la izquierda ha sido capaz de formar un Frente Amplio y gobernar unida y razonablemente!", comenta el gobernador de Santa Fe, el socialista Hermes Binner. "Si yo tuviera 15 años menos, me voy para Argentina y me pongo a hacer política", aseguró el nuevo presidente uruguayo, José Mujica, durante la campaña electoral. "Allí son totalmente irracionales. (...) Tienen reacciones de histérico, de loco. El problema es político", añadió. Y casi nadie se enfadó en Argentina porque miran al pequeño Uruguay y se asombran de su estabilidad y de su sensatez y porque adoran a Mujica. "Yo dije un día a los argentinos que tenían que quererse más, y a partir de ahí soy Dios en la Argentina", bromea Mujica.

"Yo soy de los que se equivocan. Meto la pata por excesivamente sincero. ¡Pero no tengo precio!". El Pepe, como llaman afectuosamente a Mujica muchos uruguayos, no tiene precio, efectivamente, en ninguno de los sentidos de la expresión. Es, fuera de toda duda, un hombre honrado. Y también, un personaje inusitado, no sólo por las cosas extraordinarias que ocurrieron en su complicada vida, sino por la increíble capacidad que tiene para mantener una imagen de sencillez. Sus críticos le reprochan una frase que repite con alguna frecuencia: "Como digo una cosa, digo la otra", pero Mujica no cree que represente incoherencia, sino voluntad de negociar, de llegar a acuerdos que permitan avances estratégicos para Uruguay. Y promete que su presidencia se caracterizará precisamente por "negociar, negociar y negociar. Hasta que resulte insoportable".

"Estoy tomando dos cursos: uno para aprender a callarme un poco más la boca, porque ahora tengo otras responsabilidades políticas; Y otro, intensivo, para no ser tan nabo (ingenuo). Parece increíble que a estas alturas me agarre un periodista y me tenga hablando durante 28 horas", dijo, a raíz del escándalo provocado por la publicación de un libro en el que arremetía contra todo el mundo.

El Pepe es capaz, efectivamente, de hablar durante 28 horas sobre lo divino y lo humano y de hacerlo, además, con su extenso vocabulario de tacos y con su aguda e independiente mirada. Pero José Mujica, de 74 años, es cualquier cosa menos un nabo. Más bien es uno de los casos más representativos del éxito de la nueva izquierda latinoamericana, que pasó de defender sus objetivos con las armas a considerar que de las revoluciones de los años sesenta y setenta "no quedó ni la ceniza" y que los programas de lucha contra la desigualdad pueden ser compatibles con el respeto a las reglas básicas del mercado y de la democracia. En definitiva, que el gradualismo también puede ser de izquierda.

El mayor símbolo en toda América Latina de esa nueva izquierda es el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, pero Mujica significa todavía algo más, porque Lula fue un sindicalista, que peleó con huelgas y manifestaciones, y el uruguayo, un guerrillero tupamaro, que defendió la lucha armada y que, con un fusil en la mano, secuestró y combatió a la Policía y al Ejército no sólo durante la dictadura, sino también, al principio, durante la democracia.

Mujica pagó muy caro. Estuvo once años en la cárcel. Dos, directamente enterrado en una especie de pozo, con muy poca movilidad. Siete años sin leer nada. Fue uno del llamado "grupo de los rehenes", nueve dirigentes tupamaros que el Ejército uruguayo amenazaba con fusilar en cuanto se produjera algún acto que amenazara la seguridad de la dictadura.

Otro de esos rehenes, Mauricio Rosencof, contó en un libro su alegría cuando consiguió comunicarse, gracias a una especie de morse propio, con un colega al otro lado del muro. La primera palabra entera que le hizo llegar fue: "Felicidades". Recordaba que era Navidad. Mujica, como Rosencof, pertenece a ese formidable tipo de personas que es capaz de conservar el sentido del humor y la capacidad de dialogar en condiciones infrahumanas.

"Durante aquellos dos años en el pozo, descubrí que las hormigas gritan: basta con acercarlas al oído para comprobarlo", relató Mujica en una famosa entrevista que concedió al poco de salir de la cárcel, en 1985. Pero los propios soldados encargados de la custodia no eran capaces de soportar ese tratamiento y, poco a poco, empezaron a intercambiar unas palabras con los detenidos y, algo más adelante, incluso a pedirles que les escribieran cartas para sus enamoradas.

"Nosotros tuvimos una experiencia que no buscamos ni planeamos. No podemos vivir esclavizados por las cuentas pendientes de la vida. Yo tengo memoria y recuerdos, pero una cosa está bien clara: es importante mirar el pasado, pero también es necesario perderle el respeto", explicó en una entrevista con el periodista brasileño Marco Aurelio Weissheimer. "La vida es porvenir", insistió.

A la llegada de la democracia, con ahorros familiares y de su compañera de toda la vida, Lucía Topolansky, que también fue tupamara y también estuvo encarcelada, Mujica se compró una pequeña chacra (granja) a 20 minutos de Montevideo. Allí vive la pareja y allí quiere seguir viviendo, incluso durante la presidencia, porque su mayor alegría es cultivar flores, plantar verduras y fabricar un vino casero con las uvas de sus parras. Pese a sus 74 años, Mujica mantiene la granja en producción y no es extraño encontrarle subido a un tractor, con ropa de faena, con una de sus dos perras (Victoria y Manuela) en el regazo. Manuela se metió un día entre el tractor y perdió una pata. Ahora está casi todo el tiempo encima de uno de sus amos. La chacra es muy importante, asegura Mujica. "No soy ningún tarado. Cuando acabe mi etapa política, llegará el momento de dejar de ser figura pública. Yo admiro al general Giap y a Moshe Dayan, que se borraron y se fueron a vivir a aldeas perdidas", explicó en la campaña electoral.

Es precisamente ese aspecto algo desaliñado de Mujica lo que más irrita a algunos sectores de la sociedad uruguaya, que le reprochan "no vestir el cargo". Claro que la acusación básica contra Mujica es la posible existencia de una agenda autoritaria, que el nuevo presidente ha desmentido una y otra vez. Hay quienes le reprochan no haber condenado explícitamente la violencia de los tupamaros, lo que es verdad, pero siempre ha dicho que, a su juicio, lo único que ha quedado de la izquierda no ha sido su lucha armada ni la imposición del Estado sobre todas las cosas, sino el fenómeno socialdemócrata. "Yo le digo a Hugo Chávez: mirá que vos no vas a construir ningún socialismo con eso. Lo que va a quedar a favor acá, en Uruguay, es que van a tener mejor casa, van a comer más y va a ser una reforma decente". Para Mujica, el mayor peligro de la izquierda es que "tiene la mala costumbre de perder de vista ese pensamiento estratégico".

Abrazado y zarandeado por sus seguidores, El Pepe se lamenta de que un exceso de cariño también le puede matar. "Yo aguanto por temperamento. Los buenos matungos (pencos) un día se mueren con los arreos puestos...", comentó cuando fue elegido senador.

(El País, Madrid)